Cultura

Almafuerte

Un día como hoy, pero de 1854, nacía el poeta y periodista argentino Pedro Bonifacio Palacios, quien puede definirse como un romántico tardío en momentos del auge del modernismo.

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El 13 de mayo de 1854 nacía en Buenos Aires Pedro Bonifacio Palacios, más conocido por su seudónimo, Almafuerte.

Su primera pasión fue la pintura, pero, como el gobierno le negó una beca para viajar a Europa a perfeccionarse, cambió su rumbo y se dedicó a la escritura y la docencia. Ejerció en escuelas de La Piedad y Balvanera, en Buenos Aires. Poco después se trasladó a la campiña y fue maestro en Mercedes, Salto y Chacabuco

A pesar de su condición de autodidacta, ejerció vocacionalmente la docencia y alcanzó popularidad como periodista en algunas publicaciones provincianas. Tanto su labor pedagógica como el estilo de su oratoria, en un perpetuo tono de prédica, le valieron adhesiones.

Exaltó a las clases humildes, a las que llamaba “la chusma de mis amores”, oprimidas y despreciadas por los poderosos, pero a las que consideraba una raza futura de superhombres. Poemas como Più Avanti constituyen una declaración de principios ante las adversidades. Su tono profético, el excesivo realismo y la agresividad impetuosa que le valieron prestigio popular fueron también muy criticados: se le acusó de dejarse llevar por meras expresiones retóricas y se le reprochó su incapacidad para discernir entre lo noble y lo prosaico y su carencia de delicadeza artística.

Poesías Completas fue publicado en 1917, año de la muerte de Almafuerte

Almafuerte, romántico incomprendido, despreciaba a los literatos y se proponía salvar a la palabra de la “decadencia” modernista. Durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), a quien conoció personalmente, ejerció como director de escuela.

En 1887 eligió el aislamiento cultural y se instaló en la ciudad de La Plata. Unos años más tarde, en 1896 fue apartado del magisterio por carecer de titulación oficial, se sumió en la depresión y sufrió una pésima situación económica.

Al final de su vida, el Congreso Nacional le otorgó una pensión vitalicia para que se pudiera dedicar de lleno a su actividad como poeta. Sin embargo no pudo gozar de ella; el 28 de febrero de 1917 falleció en La Plata, a la edad de 62 años.

Su copiosa producción aparece diseminada en diversas colecciones, mientras que sus discursos y conferencias se dieron a conocer sólo en periódicos y revistas de la época. Existen varias antologías de su obra poética: Lamentaciones (1906), Evangélicas (1915) y Poesías (1916). Sus poemas más conocidos son La sombra de la patriaJesúsOlímpicosMilongas clásicasEl misioneroCristianasCantar de los CantaresSonetos medicinalesLa inmortal y Dios te salve.

¿FLORES A MI?
I

Ayer me diste una flor,
una flor a mí, señora,
que no consagre una hora
ni al más poderoso amor.
¿Flores a mí? ¡si es mejor!,
en un páramo arrojarlas,
o tú no sabes amarlas,
o al sentir mi pecho yerto,
sobre la tumba de un muerto,
has querido abandonarlas.
II
¿Flores a mí? ¿tú no sabes
de esos parajes que aterran,
donde las flores se cierran,
dónde no cantan las aves?
Las más orgullosas naves
temen del mar los furores,
los tigres devoradores
huyen del simún airado
¡y tú en mi pecho has dejado
tan sin recelo tus flores!
III
¡Flores a mi! puede ser
que desalmada y celosa,
buscaras la más hermosa
con tu instinto de mujer;
Y haciéndole comprender
yo no sé qué gentileza,
con refinada fiereza,
con el más profundo encono,
la bajaste de su trono
por castigar su belleza.
IV
No lo sé, linda mujer,
ni quiero saberlo todo;
me contento con mi modo
de saber y no saber.
Pero si quieres tener
la realidad en tu mano,
te diré, sin ser un vano,
que si te movió el amor
¡la flor ha sido una flor
que fue destronada en vano!

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