-¿ Cómo fueron tus inicios en la gastronomía?
Yo empecé en la gastronomía desde muy chico, a los 12 más o menos. Aprendí a trabajar en el Hotel Rincón con un calabrés, pero ya venía de antes ayudando a mi madre que era mucama ahí.
A los 20 años me independicé y puse un bolichito en la esquina, como era antes en Merlo, chupandina y baraja, No había otra cosa para trabajar en esa época.
En el ’65 vino el casino a Merlo y el pueblo cambió totalmente. Venía gente todo el año, en verano especialmente, pero en invierno también. Fue en ese entonces que eliminé la baraja y la chupandina y me dediqué a hacer picadas de cuarenta platitos. Lo hacía en la rotonda, donde está la bandera, y ponía las mesas ahí. Era un lujo trabajar ahí.
-¿Cómo abrió “Comechingones”?
Yo estaba en la esquina de la plaza, donde es la farmacia ahora y el poeta Agüero, que venía mucho a mi negocio junto con Miguel Ángel Flores, un día me pregunta “che, negro, ¿de dónde has venido vos?”. Yo le respondí que de la tierra de los comechingones y me djo “ja, le vamos a poner Comechingones al boliche” y asi quedó el nombre.
-Ya que lo mencionamos al poeta, ¿alguna anécdota con Agüero?
El se juntaba con los amigos en mi boliche y los paisanos de acá se entusiasmaban mucho con su manera de hablar, entonces casi siempre le pagaban el vino, era como un negocio que tenía el acá (risas).
-¿Qué plato nos recomienda?
Y yo soy mucho de la comida de antes, bien sencillo, puchero, guiso o pastas, que acá son buenísimas.
Terminada la charla, entre risas y bromas, nos despedimos de Tati que se disponía a disfrutar de una nueva celebración de cumpleaños con la promesa de volver a tomar uno de sus cafés y oír más riquísimas anécdotas sobre nuestro querido Merlo.