-Viviana, contanos un poco sobre tus comienzos en el arte y de como conociste a Mirta Ceballos.
Primero que nada, tenemos que pensar que estamos hablando de un Merlo de 4000 o 5000 habitantes como mucho y el único referente del arte acá cuando yo era chica era Palmira (Scrosoppi), que tampoco la conocía mucho.
Cuando empiezo la secundaria, que el único colegio que había era el Monseñor Orzali, Mirta era muy joven. Ella recién se había recibido y la reemplazaba a Palmira como profesora en la cátedra de dibujo. A mi me encantaba, yo podía hacer cualquier cosa, pero mi trabajo siempre estaba terminado por que me apasionaba.
Mirta era una excelente profesora y siempre me incentivó. Recuerdo que cuando tenía 14 años me preguntó si quería participar de un concurso de pintura infantíl y juveníl en San Luis, e incluso me prestó su taller y las pinturas para que haga algo y lo enviemos. Me dieron un premio especial del jurado y me acuerdo hasta donde estaba parada cuando vino un policía a avisarme que habian recibido un radiograma sobre el premio. Así que fuimos con Mirta y con Palmira hasta allá.
-Y ya que hablamos de Mirta, me imagino que ella lo debe haber tenido bien difícil para estudiar arte en su momento.
Ella era de Villa Dolores. Cuando se vinieron a vivir acá su papá fue el primer panadero del pueblo, es más, fue el primero que tuvo auto en el pueblo, y todos sus hijos trabajaron con él, pero Mirta no quería eso para su vida.
Se fue sola a estudiar Bellas Artes en Córdoba, muy chica, porque en ese momento se entraba en la escuela Figueroa Alcorta a mitad del secundario y terminabas de hacerlo allá. Todo gracias a que Palmira lo convence al padre. Pensá que irse a Córdoba en ese momento era mucho más difícil, las altas cumbres parecían la cordillera de los andes y tardabas un montón.
-¿Cómo llega ese primer encuentro de Pintores Paisajistas en Villa de Merlo?
Cuando yo vuelvo de Córdoba, donde estudié química industrial, empiezo a hacer acuarelas con Palmira. Iba todos los días a la casa y despúes Mirta crea un taller de escultura y pintura. Ella siempre relacionaba el arte con la enseñanza como para darle a la gente otra forma de ver el mundo, que creo que es el fin del arte, tener otra mirada, otras motivaciones, otros caminos.
Cuando Palmira muere, nosotros ya habíamos creado una Asociación de Artistas Plásticos y Artesanos de Merlo donde estabamos con Mirta y algunos artesanos del pueblo. A través de esta asociación es que pedimos al municipio que nos preste la casa con fines netamente culturales, es decir, para que sea museo de la obra de Palmira, sala de exposiciones y se puedan desarrollar diversos de talleres.
Un día me Mirta me dijo “¿y si hacemos un encuentro de pintores paisajistas?”. En ese momento el paisajismo como corriente artística se estaba perdiendo, no se le daba mucha importancia, y como aquí lo que nos caracteriza y más nos promociona es el paisaje, dijimos “Vamos a hacerlo”.
La idea era promocionar a Merlo a través del paisaje pintado y además a las artes plásticas, pensando que la mayoría de la gente acá no tenía mucho contacto directo con eso.
Imaginate, año ’92, empezamos a mandar cartas a todas las Direcciones de Cultura del país. Por supuesto que si los que ocupaban el cargo les interesaba de verdad la cuestión artística, lo promovían, pero la mayoría no. Teníamos miedo de que no viniera nadie, esa es la verdad.
No me olvido nunca cuando sonó el teléfono de mi casa y eran las primeras dos personas que se querían anotar. Dos jovencitos de la Escuela de Bellas Artes, que hoy son dos grandes pintores, Sergio Retamar y Osvaldo Prófilo. Recuerdo que ellos esa vez que vinieron se quedaron encerrados por que no estaban acostumbrados a pintar al aire libre.
Ese año vinieron 70 participantes y de todo el país, fue una experiencia súper emocionante. Nosotros hacíamos todo y después se fue abriendo la participación a todo el pueblo. La familia del gaucho Soloa colaboraba con los choripanes, nosotras hablabamos por microfono, los hoteles daban alojamiento a los artistas y jurados, la gente abría las puertas de su casa para recibir huéspedes.
-Decías que el objetivo era promocionar Merlo a través del paisaje pintado, ¿pensás que se logró?
Si, incluso hasta empiezan a aparecer distintos encuentros de pintores paisajistas en todo el país. Cada uno que venía se llevaba un paisaje de Merlo a su lugar de origen y después volvía con los parientes que querían conocer este lugar. Además se logró ocupar un espacio en el calendario donde no había nada y se pudo dar a conocer la ciudad de otra manera.
-A tu criterio, ¿qué importancia tiene la evolución de estos encuentros en el tiempo y que se sigan sosteniendo?
El encuentro de Merlo pasó de 70 pintores en el primer año, a instalarse como algo fijo que trae entre 200 y 300 pintores (que algunos vienen con sus familias) todas las ediciones. Esto mueve mucho la cultura y el turismo merlino en temporadas donde tal vez está todo muy quieto. Además hubo una integración a nivel nacional durante años con otros encuentros que se hacían en Jujuy, en el sur.
La única cosa que no me gusta es que hoy le cobran inscripción a los artistas, que ya de por sí tienen que pagarse los pasajes, el alojamiento, los materiales plásticos. Es como si en una obra de teatro vos le cobraras la entrada a los actores, si ellos no vienen, acá no hay encuentro, habría que facilitarle un poco más las cosas; volver a lo que motivó esos primeros encuentros, que era la camaradería, el intercambio y el amor por la pintura, volver a las raices del arte.