Política

Un médico para un país enfermo

Hoy se cumplen 122 años del natalicio de Arturo Umberto Illia, un presidente coherente e idealista que fue cercado por las corporaciones, el sindicalismo y las fuerzas armadas.

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Illia nació en la tarde del 4 de agosto de 1900 en Pergamino, provincia de Buenos Aires, donde cursó sus estudios  primarios. Su niñez transitó entre su vida escolar y la apacible vida de campo. Sus estudios secundarios los realizó en el colegio Pío IX, de la orden de los salesianos, en Buenos Aires, aunque debió interrumpirlos y terminó rindiendo como alumno libre en el Colegio Nacional Buenos Aires, donde obtuvo su título de Bachiller. 

A los 18 años comenzó su carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Corría el año 1918, un año trascendental para la historia de la formación Universitaria Argentina, que cimentaría las bases de la educación superior en toda América Latina. Hipólito Yrigoyen era entonces presidente. Aquel fervor reformista impulsó al joven Illia a afiliarse al Partido Radical, atraído por la historia de lucha, reivindicaciones y valores populares. 

Parte de su residencia la realizó en 1923 en el Hospital San Juan de Dios de La Plata, cuatro años más tarde recibió el título de doctor en Medicina y fue entonces que se estableció en la ciudad de Cruz del Eje. En ese pueblo podía vérselo cabalgando kilómetros o caminando día y noche para llegar allí donde necesitaran de sus servicios de médico o de su palabra de aliento. En dicha ciudad ejerció su profesión y vivió hasta 1963, llegando a ser senador provincial, presidente de la comisión de presupuesto y hacienda (impulsando la proyección de emprendimientos de la envergadura de represas y diques) y vicegobernador, debiendo dejar su cargo por un nuevo golpe de Estado que afectó la vida cívica de la argentina.

En 15 de febrero de 1939 se casó con Silvia Martorell, con quien tuvo a sus hijos Emma Silvia, Martín Arturo y Leandro Hipólito.   En 1963 el doctor Illia resultó electo presidente en sufragios controlados por las fuerzas militares. Illia solo obtendría el 21 % del electorado, logrando el segundo lugar por cantidad de escaños el voto en blanco con un 19 % (estos votos eran expresión del peronismo proscripto). Solo permaneció 2 años y 11 meses; un nuevo, incoherente, y fatídico golpe de Estado lo derrocó el 28 de junio de 1966.  

Durante su gestión debió hacer frente a múltiples presiones: no solo fue presionado desde sectores del sindicalismo, las F.F.A.A. o partidos políticos, también supo conocer el hostigamiento de la prensa en la persona de los periodistas Mariano Grondona y Bernardo Neustadt, quienes se burlaban del presidente utilizando el apodo La Tortuga, acusándolo de endeble y débil.   Lejos de esa imagen burlona e incierta, el entonces Presidente Illia, era un denunciante de las políticas que consideraba perjudiciales de los intereses y necesidades nacionales. Algunas de las más importantes leyes aprobadas durante su gestión fueron la ley 16.459, que sentó las bases del salario mínimo vital y móvil y la ley 16.462 sobre medicamentos (también conocida como ley Oñativia).  

Durante su breve gestión Illia impuso una política de redistribución del ingreso que benefició a los sectores más perjudicados de la sociedad e incrementó el porcentaje dentro del presupuesto nacional destinado a la educación. En este marco puso en práctica un plan destinado a disminuir el analfabetismo, alcanzando la cifra de 12.500 centros de alfabetización. La educación tuvo para el Dr. Illia un lugar de preponderancia, es por eso que el apoyo y aporte hecho a las universidades estatales permitieron cifras inéditas de graduados.  

Illia es considerado un político honesto y coherente. Despojado de bienes materiales, se retiró de la presidencia de la Nación con menos capital del que contaba al asumir el cargo. Nunca aceptó cobrar una jubilación de privilegio. Falleció en su tierra adoptiva, Córdoba, el 18 de enero de 1983, aquel lugar que lo vio luchar por sus dos pasiones, la medicina y la política; sosteniendo la coherencia de sus objetivos e ideales cívicos toda su vida. Sus restos fueron trasladados y sepultados en el Cementerio de la Recoleta junto a dirigentes radicales y militantes caídos en la Revolución de 1890. Allí se encuentran los restos de Elpidio González, Hipólito Yrigoyen y Leandro N. Alem.  

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

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